Hay olas para todos
A todos nos puede esa idea fabulosa de grandes olas en lugares paradisíacos con palmeras, con agua transparente y sin peligro de tiburones (si es posible).
Últimamente escuchamos muchas quejas de la masificación de los spots en el surf. Que si esto ya no es lo que era, que si la gente no respeta nada, etc, etc. Esto es algo que no es nuevo y que en otras zonas del planeta ya tiene décadas de historia. He tenido la suerte de viajar algunos veranos al sur de Francia y siempre me llama la atención la cultura de surf tan arraigada que existe por allí. La gente va con la tabla a la playa por defecto y disfruta de las condiciones estén como estén.
Durante mi adolescencia y mi infancia me solían llamar el «4 metros» por que siempre exageraba el tamaño de las olas y de las condiciones que había. Ahora que lo veo con más perspectiva me doy cuenta que la gente más motivada con surfear es básicamente optimista sean cuales sean las condiciones.
Esta intro tan larga es para poner un poco en situación sobre este artículo dedicado a los «buscadores de olas». La idea básicamente tal y como yo lo veo es que siempre quedará una ola solitaria y tranquila para aquel que lo busque y sobre todo, no siempre el mejor baño es el que nos pegamos con la ola más grande o la más potente.
Caminito de la frontera
El viaje que me llevó a esta solitaria sesión fue algo rocambolesco. La mayor parte de mi familia es de Huelva y por supuesto en Huelva algo que se lleva mucho es irse a comer a Portugal dada la cercanía y lo pintoresco y económico de los restaurantes del Algarve.
Esta vez íbamos a comer cerca de Villareal pero no estaba claro el sitio. Yo sugerí que cerca de la playa estaría bien y como sabía que había un buen temporal de viento metí una tabla y un traje en el coche «por si acaso».
La cuestión es que acabamos en un pueblecito costero cerca de la frontera donde para cruzar a la playa hay que pasar en barco o nadando si estás muy animado.
Normalmente en invierno no hay barco para cruzar, pero como el tiempo había sido bueno durante el mes de octubre todavía había un botero dispuesto a enseñarles la playa a los turistas despistados que pasaran por allí.
Como llegamos temprano y desde lejos veía que había algo de oleaje me decidí a sugerír a mi familia que podríamos pasar a la playa.
Dicho y hecho. Ya estaba montado en el barco con la tabla y el traje y preguntándole al botero que tal habían estado las olas por allí esos días.
En menos de cinco minutos nos dejó el barco en la otra orilla. Cuando nos bajamos tuve ese hormigueo de cuando vas a surfear en un sitio nuevo. Una bonita playa desierta, sol, agua templada y unas olitas para mi solito ¿que más se puede pedir?.
Bueno, he de reconocer que no es la ola más larga ni la más potente que he pillado en mi vida pero seguro que me acordaré de esta sesión de surfin durante mucho tiempo.
Fdo: Josema Gutiérrez
Pd. estoy seguro que me acordaré bastante tiempo por que después de sacar estas fotos con el móvil se cayó al agua 😉